Texto: José L. Álvarez Cedena
Es muy probable que el nombre de Dave Smith no le resulte familiar a ningún aficionado a la música. Es posible, incluso, que utilice sus aportes y descubrimientos sin saber que, gracias a su amplitud de miras, la industria musical dio un paso de gigante para dejar atrás los sistemas analógicos y democratizar las grabaciones. “Un día paseaba cerca de una tienda de música en Camden Town y vi que había una multitud dentro, así que entré y todo el mundo estaba en silencio mientras alguien explicaba que un Sequential Circuits Prophet 600 tenía MIDI. Cuando conseguí captar de lo que estaban hablando, me sentí muy débil. La cabeza me daba vueltas pensando en las posibilidades de aquello. Nunca he vuelto a ser el mismo, ni yo ni el resto de los que estamos en el mundo de la música”. Quien habla con tanto entusiasmo del invento de Smith es Dave Stewart, miembro de Eurythmics, una de las bandas británicas de más éxito de los ochenta.
El MIDI, acrónimo de Musical Instrument Digital Interface, es un estándar tecnológico que incluye un protocolo, un interfaz digital y conectores que permiten a varios instrumentos digitales, ordenadores y otros dispositivos comunicarse entre sí. La invención del MIDI por Smith en 1983 cambió para siempre cómo los artistas componían la música y grababan sus temas. Treinta años más tarde, el MIDI sigue siendo la tecnología dominante y una forma barata de producir música electrónica. Habiendo inventado semejante maravilla, hoy presente en prácticamente la totalidad de los equipos del mundo, podría suponerse que Smith ha pasado las tres últimas décadas disfrutando de los réditos de una patente maravillosa. Convertido en una especie de Bill Gates musical. Pero nada más lejos de la realidad: lo que hace es dirigir una compañía dedicada a diseñar y fabricar sintetizadores a medida. La causa de los nulos beneficios económicos que le ha reportado el MIDI es que Smith -y el resto de implicados en el asunto- decidieron liberar el descubrimiento. Regalarlo. Ofrecerlo como un aporte maravilloso al mundo del arte musical. Cuando en 2013 Dave Smith recibió un premio Grammy honorífico por su idea, bromeó en el discurso de aceptación del premio, asegurando que “tal vez regalarlo no fue una buena idea”. Él es consciente, sin embargo, de que las guerras de estándares que se libran constantemente en el mundo de la tecnología -compañía contra compañía para intentar dominar el mercado- ralentizan los avances tecnológicos y que, en última instancia, los perjudicados siempre son los usuarios. Su generosidad no sólo fue un gesto de altruismo personal, sino también la constatación de que los cambios se aceleran cuando existe colaboración.
Cuando Smith, un mal estudiante que asegura que sólo fue a la universidad para evitar que le enviaran a la guerra de Vietnam, comenzó a sondear la posibilidad de crear una tecnología capaz de conectar todos los instrumentos electrónicos, nadie quiso escucharle en Estados Unidos. Sólo Ikutaro Kakehashi (con quien compartiría después el Grammy), propietario de Roland en Japón, puso a su disposición los ingenieros y la ayuda que necesitasen. Aquello fue el comienzo de una revolución que, como escribió Dave Stewart, “todavía continúa”. Hoy Smith sigue siendo un enamorado de su trabajo: “Hay algo mágico en tener la habilidad de partir de la nada para inventar un nuevo instrumento con el que los músicos crearán sus temas. Es un trabajo muy especial”.
Imágenes y música cedidas por Marc Melià: https://marcmelia.bandcamp.com
Texto: José L. Álvarez Cedena
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